La Vida Es

 

“Todo ha estado aquí siempre. Ahora descubro que aquí está mi infancia con mis juegos, mi adolescencia precoz de balero. Más adelante soy un joven impulsado por una rebeldía sin causa. Después, la realidad: ¿Quién soy, qué quiero, para dónde voy y cómo llego?” (Amezcua, 2012).

 

La vida es un continuo devenir de momentos para experimentar procesos en la medida que vamos creciendo. Sea cual sea nuestras circunstancias particulares, tenemos a la infancia como punto de partida. En esta etapa adquirimos patrones emocionales que se graban de forma inconsciente y se forman los vínculos de apego que determinan cómo nos relacionamos con los demás. Cuando llegamos a la edad adulta hemos aprendido a superar obstáculos para comprender y gestionar nuestras emociones, así como a motivarnos a nosotros mismos, para controlar los impulsos. Todo este aprendizaje que ocurre en el transcurrir de la vida, genera consciencia.

 

Las emociones son entonces experiencias biológicas que nos ayudan a tener conductas adaptativas. Cuando nos adaptamos y aceptamos la vida tal y como es, a la gente tal y como es, las situaciones tal y como son, el sufrimiento desaparece. Esta aceptación es un proceso activo, no es resignación. Aceptar tiene vitalidad, resignarse se siente débil, es pasivo. Aceptar no significa no trabajar para cambiar el mundo, sino poner nuestro grano de arena o no, sin forzar ni crear dificultad. Con la aceptación, es más fácil que uno encuentre la profundidad de las cosas. Y el actuar se vuelve más hábil.

 

Aceptar que existe el dolor por ejemplo, reconoce de manera implícita que hay ausencia de dolor. Este contraste es necesario para identificarlos. Cuando aceptamos genuinamente hay una sensación de alivio y liberación. Además crea espacio para que algo nuevo suceda. La pérdida de hoy podría ser la ganancia de mañana.  El conflicto y la lucha presente podría ser una bendición disfrazada. Para conocer el accidente de una coincidencia, podría tomar dos años, veinte años o incluso a veces toda una vida.  Aquel que ve esto y no lucha al flujo de la vida, tiene espacio para generar felicidad y paz. Así que, la vida está en la autenticidad de cada persona.

 

El punto al que quiero llegar, es invitarte a experimentar lo que ha sido puesto allí por el Universo para ti y disfrutarlo. Una vez que se realizas esto, acepta lo que venga y surgirá el amor espontáneamente. Esa fuerza que une y crea todo. Por ello, bien se dice que la sabiduría procede del corazón y no del intelecto.

 

Namasté

María Elena Zenteno Tovar

Coordinadora de Casa Paz