El éter de Dios

 

La encuesta que amablemente contestaron durante esta semana arrojó que un 10% cree que la realidad es un mundo físico dual, percibido por los sentidos. Un 3% cree que la realidad es un mundo creado por las creencias y las necesidades y otro 3% es un simulador para jugar.

 

Esta pregunta, ¿Qué es la realidad?, se suma a las clásicas preguntas: ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy después de la muerte?

 

Las respuestas a estas interrogaciones han arrojado varias teorías. En los registros Vedas, nos dicen que la realidad es una ilusión. El término veda significa “conocimiento” de la existencia. Están entre las obras religiosas más antiguas del mundo y que fueron aprehendidos por sabios que se encontraban en estados meditativos profundos en algún momento antes del 1500 a. C.

 

Por otra parte, desde que se estrenó la película Matrix, en 1999, propone que la realidad es un mundo simulado en donde casi todos los seres humanos han sido esclavizados por las máquinas e inteligencias artificiales. Estas nos tienen en suspensión y con nuestras mentes conectadas, como capullos proyectando metaversos.

 

Así que no es de sorprenderse que tengamos diferentes perspectivas de la realidad. Si se habla de la realidad como lo que se puede sentir, oler, saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro. Pero, ¿en dónde colocamos al espíritu? Esa esencia que clamamos tener.

 

Interesante es conectar estas teorías con el conocimiento de que somos seres multidimensionales, sónicos y electromagnéticos, creadores de nuestra realidad.

 

Sin embargo, hay algo más inteligente que la inteligencia artificial, y es el éter, que es una consciencia superior. Nuestra esencia se conecta con ella cuando acallamos la mente y activamos el corazón. A esa conexión le hemos llamado vincularse con Dios.