Para afrontar desafíos y sobrevivir, los seres humanos contamos con un sistema nervioso autónomo que se encarga de funciones que no controlamos a voluntad como los latidos del corazón, los movimientos peristálticos, la sudoración, entre otros. Para que dicho sistema funcione óptimamente, se requiere la activación del sistema nervioso simpático y el freno del sistema nervioso parasimpático para recuperar energía tras un esfuerzo del organismo.
Esto es importante tener en mente, cuando enfrentamos la muerte. Ya que en sí es un acto doloroso y estresante. Implica la pérdida o separación de tu ser querido. Si nosotros validamos la pérdida, entonces hay espacio para que el dolor ocurra. Normalmente, regateamos a la vida y nos resistimos. Deseamos que esos momentos, no existieran. Si nos mantenemos así, sólo prolongamos el dolor. Y no se queda ahí, validar, también nos es útil, cuando experimentamos otro tipo de pérdidas, como la pérdida de la salud, la de una relación, la de un trabajo, alguna capacidad física o un estatus. Validar es reconocer que todas las experiencias humanas son viables y posibles.
En la vida actual de occidente se nos educa para enfrentarnos a la existencia, pero no a la muerte a la cual se le ve con miedo. Lo que conlleva a no prepararnos para el duelo que implica las pérdidas. Dando lugar en muchos casos al vacío y a la depresión. Así como existe el día, existe la noche. La existencia está hecha de impermanencia que la mantienen en movimiento.
Generalmente, nos relacionamos con los cambios de la subsistencia, lamentándonos o aferrándonos sin reparar, que, gracias a la impermanencia, todo surge. Todo está cambiando constantemente de manera sutil o burda. La consciencia de la transición nos conecta con la confianza y la serenidad que precisamos para vivir. Necesitamos avivar la curiosidad y la apertura de lo que vendrá.
Si tomamos en cuenta nuestras raíces, en el mundo prehispánico, todo se comprendía en ciclos de vida y muerte. Y se educaba para alcanzar en la tierra el disfrute de la convivencia laboral y social, así como el encuentro de nuestro verdadero rostro y corazón. Es decir, ser auténticos, con nosotros mismos y los demás. Por ello, es importante recordar que aceptar el dolor ante una pérdida, es ser auténtico y benévolo con uno mismo para mantener al sistema nervioso funcionando adecuadamente y poder ejercer nuestras actividades cotidianas.